Dieta moderna bajo la lupa: relacionan alimentos ultraprocesados con señales tempranas del Parkinson

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El avance de la industria alimentaria trajo consigo una oferta casi infinita de productos listos para consumir, pero también un desafío creciente para la salud pública. Los alimentos ultraprocesados —aquellos que contienen ingredientes industriales como saborizantes, colorantes, emulsionantes y conservadores— se han vuelto parte habitual de la dieta moderna.
No obstante, cada vez más investigaciones los señalan como un factor de riesgo silencioso para múltiples enfermedades crónicas, y ahora también para trastornos neurodegenerativos como el Parkinson.
Un estudio publicado recientemente en la revista Neurology ha despertado preocupación entre expertos en salud cerebral. La investigación, desarrollada por un equipo de científicos de la Universidad Fudan, en China, analizó a más de 42 mil profesionales de la salud durante más de dos décadas. Aquellos con mayor consumo de ultraprocesados mostraron hasta 2.5 veces más probabilidad de desarrollar síntomas prodrómicos de Parkinson —señales sutiles pero relevantes como trastornos del sueño REM, estreñimiento, pérdida de olfato o fatiga persistente— que pueden preceder a los síntomas motores clásicos por varios años.
Entre los productos asociados a este tipo de daño se encuentran las bebidas azucaradas, cereales industriales, embutidos, sopas instantáneas, productos de panadería empacados y comidas congeladas. Estos alimentos suelen tener un bajo contenido nutricional y estar diseñados para maximizar la palatabilidad, lo que favorece su consumo excesivo.
El estudio también plantea hipótesis sobre cómo estos productos podrían interferir en el sistema nervioso. Se sugiere que los aditivos alimentarios y el exceso de grasas saturadas y azúcares pueden alterar la microbiota intestinal, disparar inflamación sistémica y aumentar el estrés oxidativo, factores implicados en el deterioro neuronal.
Cabe destacar que los síntomas prodrómicos pueden pasar desapercibidos o no asociarse directamente con enfermedades neurológicas. Sin embargo, su identificación temprana es clave para entender y posiblemente retrasar el desarrollo del Parkinson, que afecta actualmente a más de 10 millones de personas en el mundo, según la Parkinson’s Foundation.
Aunque los autores del estudio aclaran que no se puede establecer una relación de causa y efecto, la correlación estadística es significativa. Además, estos resultados se suman a una creciente evidencia que asocia los ultraprocesados con otras afecciones graves como enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, obesidad, depresión e incluso ciertos tipos de cáncer.
Por ejemplo, un estudio del American Journal of Preventive Medicine mostró que por cada incremento del 10% en el consumo calórico proveniente de alimentos ultraprocesados, el riesgo de mortalidad general aumentaba en un 3%. Esto sugiere que el daño que pueden provocar no se limita a una sola área del cuerpo, sino que puede afectar múltiples sistemas simultáneamente.
Frente a este panorama, los especialistas recomiendan adoptar un enfoque más consciente en la alimentación diaria: dar prioridad a alimentos frescos, mínimamente procesados, y reducir al mínimo la ingesta de productos ultraprocesados. No se trata de eliminar completamente estos alimentos, sino de reconocer que su abuso puede comprometer seriamente la salud a largo plazo.
En un mundo donde el tiempo escasea y la comida rápida abunda, este tipo de hallazgos científicos son un llamado a reflexionar sobre nuestras elecciones alimentarias. Porque lo que comemos hoy puede influir más de lo que imaginamos en la forma en que viviremos mañana.