El ciclo forzado del consumo: lo que debes saber sobre la obsolescencia programada

El ciclo forzado del consumo: lo que debes saber sobre la obsolescencia programada

Foto: Pexels

La obsolescencia programada es una estrategia implementada en el diseño de productos tecnológicos e industriales que busca acortar su vida útil de manera intencional. El objetivo es que los consumidores se vean obligados a reemplazarlos antes de lo necesario, ya sea por fallas técnicas, falta de actualizaciones o simple presión estética.

Aunque rara vez se declara abiertamente, esta práctica ha sido criticada por sus efectos negativos en el medio ambiente, en la economía personal y en la sostenibilidad del modelo tecnológico actual.

¿Cómo se manifiesta la obsolescencia programada?

Existen diferentes formas en que esta estrategia se implementa en los productos que usamos a diario:

1. Obsolescencia técnica
Algunos dispositivos están diseñados con componentes que se desgastan rápidamente o dejan de funcionar tras un número determinado de usos. También es común que las piezas de repuesto desaparezcan del mercado, dificultando la reparación. Ejemplos comunes son ciertos modelos de impresoras o electrodomésticos.

2. Obsolescencia funcional o de software
En este caso, el dispositivo sigue funcionando físicamente, pero deja de ser compatible con nuevas aplicaciones o sistemas operativos. Esto sucede con frecuencia en teléfonos inteligentes, tablets y computadoras, que dejan de recibir actualizaciones aunque el hardware aún sea funcional.

3. Obsolescencia estética
Se da cuando nuevos modelos se lanzan con ligeros cambios en diseño o color, generando la percepción de que los modelos anteriores están «pasados de moda». Esto incentiva la sustitución de dispositivos que aún funcionan correctamente.

¿Cómo afecta al consumidor?

La obsolescencia programada tiene consecuencias directas en la vida cotidiana:

  • Mayor gasto económico: obliga a las personas a adquirir nuevos dispositivos con mayor frecuencia.

  • Crecimiento de los residuos electrónicos: muchos dispositivos aún funcionales terminan en la basura, aumentando el problema de los desechos tecnológicos.

  • Impacto ambiental: se requieren más recursos naturales y energía para fabricar nuevos productos, en muchos casos con materiales que no son reciclables.

  • Brecha tecnológica: quienes no pueden seguir el ritmo de los lanzamientos constantes quedan excluidos del acceso a tecnología actualizada.

¿Existe regulación?

Algunos países han comenzado a legislar para frenar esta práctica:

  • Francia fue pionera al prohibir expresamente la obsolescencia programada y tipificarla como delito.

  • La Unión Europea impulsa el “derecho a reparar”, que exige a los fabricantes facilitar repuestos, manuales y diseños más duraderos.

  • En América Latina y Estados Unidos, las iniciativas aún son recientes, aunque se están promoviendo leyes similares para fomentar la reparación y extender la vida útil de los productos.

¿Qué puede hacer el consumidor?

Aunque no siempre se puede evitar, sí existen acciones individuales que ayudan a contrarrestar la obsolescencia programada:

  • Elegir marcas que garanticen durabilidad y facilidad de reparación

  • Informarse sobre certificaciones ecológicas o de eficiencia

  • Dar mantenimiento regular a los dispositivos para alargar su vida útil

  • Apoyar iniciativas que promuevan el derecho a reparar

  • Comprar productos reacondicionados o de segunda mano

La obsolescencia programada no solo implica un gasto innecesario, sino también una amenaza para el medio ambiente. Entender cómo funciona esta estrategia permite tomar decisiones más conscientes al momento de adquirir o desechar productos. Elegir durabilidad en lugar de novedad es una forma efectiva de cuidar tu economía y el planeta.

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