La soledad, una amenaza para la salud: tan peligrosa como el alcohol o la obesidad
Lo más importante al abordar el tema de la soledad, según afirma María Montero y López Lena, docente e investigadora de la Facultad de Psicología, es comprender que esta no necesariamente conduce a un estado depresivo y que incluso puede ser benéfica para quien ha aprendido a gestionar sus emociones.
La investigadora, quien dedicó su tesis doctoral al tema, comenta que en sus indagaciones ha encontrado que la soledad es un estresor, ya que «es resultado de la percepción de carencias afectivas, reales o subjetivas». ¿Por qué es un estresor? Porque depende de los recursos socioafectivos con los que cuente la persona para enfrentar dicha experiencia. Desde el punto de vista psicológico, la soledad tiene una faceta negativa, vinculada con el desequilibrio entre la cantidad de afecto que la persona requiere y la que cree recibir. En contraste, también hay evidencia científica que vincula a la soledad con procesos más complejos como la creatividad. En consecuencia, se concibe como un fenómeno esencialmente subjetivo, el cual puede conducir a estados depresivos o bien de éxtasis asociados con el autoconocimiento.
En México, según la Secretaría de Salud, 3.6 millones de personas adultas padecen depresión, una cifra que el organismo gubernamental afirma creció después de la pandemia, al igual que en otros países. La Organización Mundial de la Salud señala que el problema de soledad ha aumentado tanto que creó la Comisión de la OMS sobre Conexión Social.
La nueva oficina nace con miras a hacer frente a la soledad como una amenaza apremiante para la salud, promover las relaciones sociales de manera prioritaria y acelerar la ampliación de soluciones en la materia en los países de cualquier tipo de ingreso, asegura la OMS y añade:
«La falta de conexión social conlleva un riesgo equivalente, o incluso mayor, de muerte prematura asociada con otros factores de peligros más conocidos, como el tabaquismo, el consumo excesivo de alcohol, la inactividad física, la obesidad o la contaminación del aire. El aislamiento también tiene un grave efecto en la salud física y mental: diversos estudios muestran su relación con la ansiedad y la depresión y cómo puede incrementar el riesgo de enfermedades cardiovasculares en un 30 %.»
Dichos datos, considera María Montero y López Lena, subrayan la necesidad de aprender a manejar la soledad en nuestro beneficio. Cuando es positiva, puntualiza, se asocia con acciones más de creatividad, de verdadero éxtasis, con estados creativos. Hay poca literatura todavía al respecto en la que se documenta que las personas que saben hacerlo pueden ser muy productivas y, de hecho, sobre todo hay ejemplos en las artes.
Alguien puede estar rodeado de gente, como los artistas de los espectáculos, y sentirse solo, porque no encuentra satisfacción en sus vínculos afectivos o puede estar aparentemente excluido, ejemplifica la universitaria.
Agrega que uno de los problemas principales para tratar la soledad es que ésta hace referencia a un fenómeno absolutamente psicológico, que tiene un correlato físico pero que no es determinante para la experiencia solitaria. El correlato físico de la soledad es el aislamiento. Hay personas que están en aislamiento físico pero que no se sienten solas. Por ejemplo las monjas, o los trabajadores de plataformas marinas.
Monitoreo del sueño
Una manera sencilla de identificar si la soledad nos está afectando, expone María Montero y López Lena, es monitorear nuestro sueño.
Cuando la depresión ya tiene un perfil más patológico, hay alteración de sueño y en la ingesta alimenticia, así como en el sistema inmunológico, el cual se ‘deprime’ y el individuo es presa de infecciones más recurrentes.
Pero cuando la gente pasa por periodos depresivos no identificados, sobre todo, hay una alteración de sueño incuestionable que contribuye al círculo vicioso: cuando te falta sueño, no hay suficientes hormonas que se liberan durante esa fase y te sientes peor.
Si identificamos que hay un problema, además de acudir con un especialista –psicólogo(a) o psiquiatra–, debemos estrechar nuestros vínculos sociales, porque cuando una persona tiene un vínculo funcional es suficiente para prevenir la sensación de soledad, podrás tener nostalgia o tristeza, pero evocar el vínculo afectivo te calma la ansiedad que te produce la carencia afectiva.
Fuente: Gaceta UNAM