Presión alta: cómo detectarla y proteger tu corazón, cerebro y riñones

Presión alta: cómo detectarla y proteger tu corazón, cerebro y riñones

Foto: Pexels

La hipertensión arterial, o presión alta, es una de las enfermedades crónicas más comunes a nivel mundial. Lo más alarmante es que muchas personas la padecen sin presentar síntomas evidentes, lo que le ha valido el apodo de “asesino silencioso”.

Qué es la hipertensión

La hipertensión ocurre cuando la presión de la sangre contra las paredes de las arterias se mantiene elevada de forma crónica. Esto obliga al corazón y a los vasos sanguíneos a trabajar más, lo que con el tiempo puede provocar daños graves en varios órganos.

¿Por qué pasa desapercibida?

En la mayoría de los casos, la hipertensión no genera síntomas evidentes hasta que se presentan complicaciones. Algunas personas pueden experimentar mareos, dolor de cabeza leve o visión borrosa, pero estos signos suelen confundirse con estrés o fatiga.

Consecuencias silenciosas

Aunque no se perciba a diario, la hipertensión puede afectar:

  • Corazón: aumenta el riesgo de insuficiencia cardíaca, ataques al corazón y agrandamiento del corazón.

  • Cerebro: eleva la probabilidad de accidente cerebrovascular y deterioro cognitivo.

  • Riñones: provoca daño renal progresivo, que puede derivar en insuficiencia renal.

  • Vasos sanguíneos: acelera la arteriosclerosis y debilita las paredes de las arterias.

Factores de riesgo

  • Edad avanzada.

  • Antecedentes familiares de hipertensión.

  • Obesidad o sobrepeso.

  • Consumo excesivo de sal y alcohol.

  • Sedentarismo.

  • Estrés crónico.

Cómo detectarla y controlarla

  • Medición regular de la presión arterial: especialmente a partir de los 40 años o antes si existen factores de riesgo.

  • Estilo de vida saludable: dieta baja en sal, actividad física regular, control del peso y reducción del estrés.

  • Tratamiento médico: en casos necesarios, medicamentos antihipertensivos prescritos por un profesional de la salud.

Conclusión

La hipertensión es un problema de salud silencioso que afecta a millones de personas en todo el mundo. La detección temprana y el control constante son claves para prevenir complicaciones graves y mejorar la calidad de vida. Medirse la presión regularmente y adoptar hábitos saludables puede marcar la diferencia entre vivir de manera saludable o enfrentar riesgos graves sin saberlo.

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