¿Por qué se ha explorado más el espacio que los océanos?

¿Por qué se ha explorado más el espacio que los océanos?

Foto: Pexels/Enrique Hoyos

Durante décadas, el vasto espacio exterior ha cautivado la imaginación humana, convirtiéndose en el enfoque principal de nuestra exploración cósmica desde el lanzamiento del primer satélite artificial en 1957. Sin embargo, mientras dirigimos nuestras miradas hacia las estrellas, nuestro vecino más cercano y misterioso, el océano, ha recibido una atención significativamente menor, a pesar de cubrir el 71% de la superficie terrestre y albergar el 97% del agua del planeta.

¿Por qué esta disparidad en la exploración entre el espacio y el océano?

La respuesta yace en los desafíos financieros y técnicos que implica adentrarse en las profundidades marinas. Mientras que la NASA disfruta de un presupuesto anual de aproximadamente 23 mil millones de dólares, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) opera con alrededor de 6 mil millones de dólares. Además, la tecnología necesaria para la exploración oceánica es más compleja y costosa que la utilizada en el espacio.

Los vehículos submarinos deben soportar enormes presiones, oscuridad, salinidad y corrosión, además de contar con sistemas de comunicación y navegación adaptados a un entorno hostil. Por el contrario, los vehículos espaciales enfrentan desafíos más controlables, como el vacío y la radiación.

Se estima que el costo de cartografiar todo el fondo oceánico sería comparable al de una misión a Marte, alrededor de 3 mil millones de dólares. Sin embargo, la falta de un compromiso político y social ha limitado el avance en la exploración oceánica, vista como menos atractiva y rentable que la exploración espacial.

A pesar de su importancia para la vida en la Tierra y el futuro del planeta, el océano sigue siendo el gran desconocido. Su exploración promete revelar secretos fascinantes y ofrecer oportunidades para el desarrollo científico, económico y ambiental. Es hora de mirar más allá de las estrellas y sumergirnos en las profundidades de nuestro propio mundo.

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